¿QUÉ SON LOS ANTIOXIDANTES Y CÓMO BENEFICIAN LA SALUD HUMANA?​

¿Estamos programados genéticamente para envejecer…? SÍ, pero es posible controlar la velocidad a la que nuestro cuerpo pierde funciones dentro de ese proceso natural. La mayoría de los estudios científicos han demostrado que envejecer se ha asociado a una disminución de la capacidad de las células para utilizar el oxígeno, una función casi exclusiva de un pequeño organelo intracelular muy especializado y con ADN propio: la mitocondria. Esta estructura es necesaria para invertir oxígeno en la producción de la “moneda energética” del sistema, la única forma bioquímica de expresar la economía celular, utilizada en todos los procesos metabólicos que nos mantienen vivos, sanos y funcionalmente conservados.

Quizás uno de los síntomas de envejecimiento más perceptibles para nosotros sea la pérdida de masa muscular; se sabe que una vez finalizados los procesos de crecimiento en la adolescencia, se pierde a razón de 1% por año y después de los 70 años puede aumentar de 2 a 4 veces, siendo la actividad física quizás la única forma de contrarrestar estos cambios musculares asociados a la edad (Sun, Youle, & Finkel, 2016). Es precisamente en el tejido muscular donde se pueden mantener y desarrollar nuevas mitocondrias a través de la nutrición y la actividad física.

Buena parte de los reportes de investigación han demostrado que a medida que aumenta la edad, disminuye la funcionalidad de las mitocondrias, una de las causas del aumento en la producción de radicales libres. También, el ambiente aporta radicales libres de los que no nos tenemos que defender, como la exposición a la luz UV del sol, campos electromagnéticos generados por los teléfonos móviles, sustancias químicas, polución, tabaquismo, entre otros (Kruk, Aboul-Enein, Kadna, & Bowser, 2019). Se caracterizan por ser moléculas con una carga eléctrica, positiva o negativa, que busca neutralizarse robando el electrón que necesita de otra molécula estable y que a su vez la convierte en un radical libre perdiendo su neutralidad; así comienza una reacción en cadena que destruye estructuras celulares a su paso, conocida como estrés oxidativo. La vida media biológica del radical libre es de microsegundos, pero tiene la capacidad de reaccionar con todo lo que esté a su alrededor. Los radicales libres no son intrínsecamente deletéreos; de hecho, nuestro propio cuerpo los produce en cantidades moderadas para luchar contra bacterias y virus (Avello & Suwalsky, 2006).

Existen fuertes vínculos entre la funcionalidad de la mitocondria, los radicales libres y la senescencia. En las últimas cuatro décadas se ha observado que el ciclo de vida de células humanas, cultivadas en condiciones de laboratorio, puede aumentar significativamente en ambientes de baja disponibilidad de oxígeno o con suplementación de antioxidantes (Sun, Youle, & Finkel, 2016). A nivel sistémico, in vivo, con un análisis de sangre de rutina, un reporte del nivel de proteína C reactiva, podemos saber qué grado de envejecimiento tenemos asociado a un estado de reparación o defensa inmunológica silenciosos, que genere un aumento en la producción de radicales libres, relacionados con el riesgo de que aparezcan, desde dolencias leves hasta enfermedades crónicas.

La capacidad antioxidante es la función de algunas vitaminas, minerales y fitoquímicos (moléculas de origen vegetal sin función nutritiva) de regular los procesos de producción de radicales de oxígeno, ayudando a las mitocondrias a cumplir su función y disminuyendo el salto de átomos de una molécula a otra que es lo que causa daño mitocondrial y celular, descrito incluso para varios tipos de cáncer.

Los más recientes descubrimientos en capacidad antioxidante se han logrado con los fitoquímicos, cuya función en la planta es equiparable a la de nuestro sistema inmune. Ante los cambios climáticos o el ataque de diferentes plagas o enfermedades, la planta se defiende de manera química con sustancias que con solo un cambio en la concentración pueden alejar, neutralizar e incluso eliminar la amenaza. Estos fitoquímicos con capacidad antioxidante se obtienen en bajas concentraciones de una dieta balanceada rica en alimentos frescos, cereales enteros (no refinados) y de alimentos de origen animal que en su proceso de crianza y engorde han recibido este tipo de suplementos con el fin de disminuir y hasta eliminar el uso de medicamentos veterinarios, especialmente antibióticos.

Un pollo o un huevo rico en antioxidantes no solo es una proteína más gustosa, de mejor sabor y de mejor calidad, además podrían ser catalogados como alimentos funcionales ya que contribuyen tanto como el brócoli o los arándanos, a aumentar nuestro consumo de antioxidantes naturales que mejoran la respuesta de nuestras células al envejecimiento disminuyendo la producción de radicales libres en nuestro cuerpo.

Autor: Pilar Serrano, Nutricionista experta en Alimentación Funcional, consultora Promitec.

Bibliografía

  • Avello, M., & Suwalsky, M. (2006). Radicales libres, antioxidantes naturales y mecanismos de protección. Atenea, 161-172.
  • Kruk, J., Aboul-Enein, H. Y., Kadna, A., & Bowser, E. J. (2019). Oxidative stress in biological systems and its relation with pathophysiological functions: the effect of physical activity on cellular redox homeostasis. Free Radical Research.
  • Sun, N., Youle, R. J., & Finkel, T. (2016). The Mitochondrial Basis of Aging. Mol Cell, 654 – 666.
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