La microbiota intestinal de los cerdos se encuentra en un frágil equilibrio y alteración en su composición suele conducir a la aparición de enfermedades graves cuyo principal síntoma es la diarrea.
En los cerdos, como en la mayoría de las especies, los microorganismos saprófitos y patógenos de la microbiota intestinal se encuentran en un frágil equilibrio, y mientras que este se mantenga, los patógenos tendrán muchas trabas para ejercer su efecto patogénico.
Cuando el equilibrio de la microbiota se rompe, nos encontramos ante una disbiosis, palabra que significa literalmente, según sus raíces latinas, un “fallo en la vida”.
Cuando hablamos de lechones, los desequilibrios en los componentes de la flora intestinal suelen conducir a la aparición de enfermedades graves cuyo principal síntoma es la diarrea.
Existen multitud de factores que influyen en la cantidad y proporción de bacterias presentes en el intestino, y que pueden conducir a una disbiosis:
Hoy, no nos queda más remedio que entender cómo los factores nutricionales modulan la microbiota, puesto que hasta ahora las enfermedades digestivas de los lechones se paliaban o prevenían en gran medida con la adición de antibióticos o minerales, como el zinc, a la dieta (Hampson, 1994).
Estas herramientas antimicrobianas irán desapareciendo por motivos de salud pública y protección medioambiental, por lo que nuestras estrategias profilácticas tendrán que cambiar rápidamente a corto y medio plazo.
Una de las mejores opciones que se nos presenta es la introducción de factores nutricionales que modulen la actividad y cantidad de microbiota presente, evitando así la proliferación de los microorganismos patógenos.
La flora habitual de los lechones, se compone de bacterias gram + y bacterias gram -.
Entre los factores nutricionales que afectan al equilibrio de la microbiota intestinal, los más importantes son las proteínas y los carbohidratos, es decir, el equilibrio entre la flora sacarolítica y la flora proteolítica.
Las características cuantitativas y cualitativas de la proteína incluida en la dieta influyen en la proliferación de bacterias proteolíticas patogénicas, especialmente en el caso de los géneros Bacteriorides, Clostridium y Escherichia.
Desde hace más de 35 años, se sabe que las dietas ricas en proteína predisponen a los lechones a padecer diarrea asociada a E. coli.
Pese a que la mayoría de las proteínas, tanto exógenas como endógenas, se degradan en las porciones más proximales del tracto gastrointestinal, una parte de ellas siempre llega a las zonas más distales y allí se metaboliza.
Este fenómeno se agudiza cuando la dieta tiene un exceso de proteína o pocos hidratos de carbono disponibles.
La degradación de proteínas en el intestino produce diversos metabolitos, como los ácidos grasos de cadena ramificada o sustancias potencialmente tóxicas como amoniaco, aminas, indoles y fenoles. Una de las formas de controlar la disponibilidad de proteína en el tracto gastrointestinal consiste en seleccionar fuentes de proteína muy digestibles como la caseína o proteínas de origen animal.
Sin embargo, la proteína de soja sigue siendo una de las mejores en cuanto a control de microbiota, probablemente porque la harina de soja no solo tiene un alto contenido proteico, sino porque también es rica en carbohidratos fermentables, hecho que normalmente es infravalorado.
Con respecto a los carbohidratos, su fermentación supone la principal fuente de energía en el intestino y se sabe que la adición de ciertos tipos de almidones resistentes, polisacáridos no amiláceos y oligosacáridos no digestibles mejora la proliferación de bacterias beneficiosas en el intestino.
Producción de ácidos grasos de cadena corta
La fermentación de estos carbohidratos resistentes a la digestión produce ácidos grasos de cadena corta:
Utilidad de los ácidos grasos de cadena corta:
La inclusión de carbohidratos fermentables a una dieta, aun siendo rica en carbohidratos fermentables de origen cereal, puede controlar los efectos negativos derivados de la variación del nivel o fuentes de proteína sobre la composición o actividad bacteriana en el intestino, promoviendo la proliferación de bacterias beneficiosas, sobre todo de Lactobacillus y Bifidobacterium.
Estas bacterias beneficiosas juegan un papel clave en la inhibición de la colonización por bacterias patógenas por un mecanismo conocido como exclusión competitiva, lo que ocurre por una competición más eficaz por los nutrientes o los lugares de adhesión.
El origen de los carbohidratos también es importante. La inclusión de materias primas como el arroz cocinado con proteínas de origen animal o vegetal, disminuye de manera muy importante la prevalencia de diarreas por E. coli en lechones al destete. En definitiva, según Lange et al. (2010), el uso de carbohidratos no digestibles fermentables (como la pulpa de remolacha o los fructooligosacáridos) parece ser la estrategia más prometedora para modular la microbiota beneficiosa en el cerdo.
El origen de los carbohidratos también es importante. La inclusión de materias primas como el arroz cocinado con proteínas de origen animal o vegetal, disminuye de manera muy importante la prevalencia de diarreas por E. coli en lechones al destete. En definitiva, según Lange et al. (2010), el uso de carbohidratos no digestibles fermentables (como la pulpa de remolacha o los fructooligosacáridos) parece ser la estrategia más prometedora para modular la microbiota beneficiosa en el cerdo.
La fuente de fibra también es clave:
La grasa, aunque no es el factor que más influencia tiene en la microbiota de los cerdos, potencialmente puede ejercer algún efecto modulador, observándose una mayor cantidad de bacterias del género Bacterioides en el colon de cerdos alimentados con dietas ricas en grasa.
Fuente: https://porcino.info/microbiota-intestinal-nutricion-la-virtud-esta-en-el-equilibrio/